lunes, 2 de enero de 2012

Una tarde de otoño

Fue aquella tarde cuando, aun sabiendo que ya le amaba, me enamoré aun más de su sonrisa.
Acabábamos de entrar en otoño, y ya empezaba a anochecer antes y a refrescar pronto, de manera que antes de salir de mi casa cogí mi chaqueta y me fui corriendo para hacer que los diez minutos de camino que me separaban del punto de quedada se redujeran a la mitad. 

Como siempre, por el camino me despeiné, y mi pañuelo se descolocó. Cuando llegué, no recuero bien si él estaba allí o no, pero eso no me importaba, solo sé que acabó llegando en un momento u otro, y que nos pudimos encontrar. Aunque íbamos acompañados de dos o tres personas más, para mí él era lo único a lo que podía prestar atención, era el único a cuyo lado quería caminar. 
Al ser pocos, no sabíamos qué hacer, de modo que estuvimos un rato parados en medio de la acera para ver si se nos ocurría algo.

 Sin saber ni cuándo ni por qué, decidimos ir a dar una vuelta por el centro comercial. Por la carretera, por la acera...fuéramos por donde fuéramos, solo podía prestarle atención a él.
No recuerdo exactamente qué hicimos allí (en el centro comercial) supongo que dar vueltas y mirar algunas tiendas; tampoco sé cuanto tiempo estuvimos allí.

Ocurrió mientras estábamos en una tienda, separados, yo con una chica y él por otra parte. Yo, para variar, lo miraba embobada, y supongo que aquella chica siguió mi mirada y lo vio; me habló de él. Ella no lo conocía mucho. Me dijo que él tenía un pelo bonito.Cómo no, yo pensaba lo mismo, aunque no solo de su pelo, sino de todo su ser. Él se dio cuenta que lo mirábamos y hablábamos de él. Nos preguntó, con una sonrisa pícara, qué era lo que hacíamos. Le respondimos sinceramente, nos fijábamos en su pelo: nos gustaba.
 Fue en ese instante. Él no esperaba esa respuesta, y yo no esperaba su reacción. Sus labios se ensancharon, sus dientes se dieron a ver, sus ojos parecieron iluminarse. Agachó su cabeza, quizás al sentirse algo ruborizado.Qué sonrisa la suya; qué impresión la mía..

Creo que nunca había visto unja sonrisa tan bonita, tan humilde, tan... tan sincera. Realmente no sé cómo describirla, creo que no existen palabras para hacerlo.
Fue demasiado para mí, he llegado a cuestionarme si realmente ocurrió así, porque una sonrisa como esa no puede ser de la Tierra. Quizás fue un rayo de luz del cielo, quizás un espejismo...no lo sé. Lo único que sé es que me deslumbró, que su luz me aturdió y que, desde que la vi, quedé afectada por su intensidad. Me marcó, dejó una marca profunda en lo más profundo de mi ser. Tal vez que nunca vuelva a ver una sonrisa así, pero sé que esa nunca, nunca podré olvidarla.




Algún día del octubre de 2010, Lidón Prades Yerves

No hay comentarios:

Publicar un comentario