lunes, 2 de enero de 2012

22 de noviembre de 2010

Fue bajo la luna llena que iluminaba sus profundos ojos verdes, en la oscura y fría puerta del portal, cuando, dispuestos a despedirnos el uno del otro, me aproximé a besar sus dos mejillas morenas con mis tímidos y temblorosos labios, cortados por el frío.


Una vez besé ambas mejillas, retrocedí un paso, pero no pude evitar quedarme mirándole. Aun menos pude evitar la tentación de pedirle un abrazo que me permitiera volver a entrar en contacto con su agradable calidez.
Cuando  entrelacé mis brazos alrededor suyo...no sé qué fue aquello.
Me dio un vuelco el corazón, por no decir el cuerpo entero, cuando me pareció sentir el abrazo más intenso que me había dado nunca.


Me sentí tan extraña y afortunada al mismo tiempo cuando sentí sus brazos estrechados en mi, que pensé que la intensidad de ese abrazo fue solo cosa mía.
Tal vez fuera así. Pero no me importa. El mero recuerdo de su pecho contra el mío, corazones al unísono, el recuerdo de de ese instante de placer profundo e infinito para mí, me basta para hoy pasarme el día soñando despierta.


   Lidón Prades Yerves

No hay comentarios:

Publicar un comentario