domingo, 30 de septiembre de 2012

Rima LXV

Llegó la noche y no encontré un asilo; 
y tuve sed ... ¡mis lágrimas bebí! 
¡Y tuve hambre! ¡Los hinchados ojos 
cerré para morir! 

¿Estaba en un desierto? Aunque a mi oído 
de las turbas llegaba el ronco hervir, 
yo era huérfano y pobre... El mundo estaba 
desierto... ¡para mí!

G.A. Bécquer

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