jueves, 8 de enero de 2015

7 de enero de 2015

 Río Guadiana y alcazaba musulmana, Mérida



Atravieso una tierra que sólo habitan ovejas asustadas escapando del sonido próximo de un tren y aves a las que, en medio del vuelo, descubro no haber visto nunca.

Al Guadiana sólo lo rodea la niebla, que dota de un aura misteriosa a las siluetas de árboles y ramas en ella envueltos. Su densidad se encarna en una infinita lucha contra la luz, cuyos escasos rayos victoriosos bautizan a las encinas a medida que van penetrando, no sin suerte, a partir del mediodía. Jamás vi semejante batalla.

Ahora entiendo el miedo trivial del campesino en la penumbra, cuando entre la bruma vislumbra una deforme sombra errante que lo ahuyenta con gritos desgarradores de silencio y de nada.

Conforme avanzo, descubro cómo el agua se va apoderando de la tierra. Tal vez estas vías también serán arrebatadas algún día.



Lidón Prades Yerves